Era marzo, Asia y Europa vivían cierres y cuarentenas impuestas por los gobiernos, pero los planes en el Colegio Campestre Goyavier iban de maravilla. Súbitamente en Colombia las cosas cambiaron para todos. Entrar a una nueva dinámica se convirtió en un reto, la educación uno de ellos, sin embargo, con inventiva y recursividad, las bellas artes lograron salir adelante en medio de la tan nombrada “virtualidad”.
Ahora desde las casas, en escritorios, computadores y patios se llenó todo de color, al inicio con un poco de frustración, seguir instrucciones y tener la clase lista no era una tarea fácil para los estudiantes, pero un día, también sin avisar, los niños y niñas aprendieron a fluir y a estar siempre preparados y conectados.
Pronto en el Goyavier el arte se hizo innovación y fue así cómo las artes se convirtieron en obras hechas con restos de café, esculturas con objetos cotidianos y cortometrajes que hablaran de la vida. Esa misma vida que transcurría sin cesar y a diario llenaba de momentos las clases, eran dos mundos en uno, bien podría decirse que el colegio estaba en casa.
Entonces era necesario relatar lo que acontecía y hacer uso del lenguaje artístico para exteriorizarlo; niñas y niños empezaron a crear personajes híbridos que si se miran minuciosamente, podrían dar cuenta de sus identidades y emociones. En un estudio progresivo, de formas, figuras, sonidos y colores cada uno culminó su creación. Eran bellas obras individuales, pero la sociedad se construye en colectivo y en la suma de fuerzas para alcanzar objetivos comunes, el arte también se encarga de ello. Por esta razón, sesión a sesión fuimos dando pasos para la creación de contenido audiovisual, con técnicas de fotografía, pintura, dibujo y escritura que dieran valor y a la vez vida a sus realidades.
Así pues al mejor estilo de los grandes estrenos cinematográficos, nos vestimos de gala y realizamos la premiere de cada cortometraje, el valor de sus rostros y las tantas veces que pidieron verlo de nuevo, era todo lo necesario para acortar la distancia y sentir que el arte había triunfado de nuevo.